ÍÑIGO RAMÍREZ DE HARO: «La vida diplomática es fascinante: no hay carreras en las que te paguen bien y puedas vivir en tantos países. Así ves que en todos los sitios es igual, que toda la gente vive más o menos por lo mismo, que todo el mundo quiere las mismas cosas elementales. Y que todos los conflictos se generan sobre la superestructura del nacionalismo, del odio al vecino, al migrante».