LUDWIK LEJZER ZAMENHOF: «La gente ha soñado con esto durante siglos, y finalmente se ha hecho realidad. Personas de una gran variedad de países y naciones se han reunido en un pequeño pueblo de la costa francesa. Normalmente, cuando los extranjeros se encuentran, no se entienden entre sí. Pero estas personas se hablan como hermanos, ¡como miembros de una misma nación! En nuestras reuniones, no hay naciones fuertes ni débiles, nadie se considera más o menos prestigioso que otro; disfrutamos de un ambiente tranquilo en el que nadie tiene por qué sentirse avergonzado ni menospreciado. Nos sentimos miembros de una misma nación, incluso de una misma familia. Por primera vez en la historia de la humanidad, un grupo tan diverso puede reunirse, no como extranjeros ni competidores, sino como hermanos. Nos entendemos, y esto se hace sin que nadie imponga su idioma nacional a nadie. A menudo existe una oscuridad de malentendidos y sospechas que divide a las personas. Esta dinámica se ha disipado. Las muestras de afecto recíprocas y los apretones de manos se ven por todas partes. Se llevan a cabo desde una perspectiva humana, no desde una perspectiva extranjera. Somos conscientes de la novedad de todo esto y reconocemos la importancia de que continúe. Este pequeño pueblo francés nos ha dado una cálida bienvenida; sin embargo, no somos simplemente franceses e ingleses, ni rusos y polacos: ¡somos humanos y humanos! ¡Bendito sea el día, que esto continúe y crezca por mucho tiempo!»