AGUSTÍN GARCÍA CALVO: "Lo más doloroso para lo que nos queda de pueblo es el uso de la lengua por los imperios, estados o autonomías: no pueden los regidores entender de veras la lengua de su gente, porque la lengua ni la han fabricado ellos ni es de nadie (la sola máquina gratuita y para cualquiera, que se escapa así a la ley del dinero), pero sí que pueden, por medio de la escritura y órganos del poder como escuelas academias, leyes y medios a su servicio, apoderarse de una lengua, unificarla y regularla, imponerla como suya; y es lo que tratan de conseguir (nunca del todo, por fortuna), con el latín para el imperio, el hebreo resucitado de la escritura para Israel, el español para España, el catalán o el vasco, uniformados para el servicio respectivo".